Esta es la historia de dos mujeres que deseaban con todas sus fuerzas ser madres –una de ellas serlo por segunda vez-, pero no lo lograban. Recurrieron a los tratamientos de fertilidad de la cartera de salud pública, pero no accedieron a ellos. Pidieron una primera cita en EasyFIV y ya no tuvieron que llamar a ninguna otra puerta. Eva dio a luz a su pequeño Beltrán y a Raquel le quedan apenas unas semanas para verle la carita a Lucía.
Esta es la historia de dos mujeres que deseaban con todas sus fuerzas ser madres –una de ellas serlo por segunda vez-, pero no lo lograban. Recurrieron a los tratamientos de fertilidad de la cartera de salud pública, pero no accedieron a ellos. Pidieron una primera cita en EasyFIV y ya no tuvieron que llamar a ninguna otra puerta. Eva dio a luz a su pequeño Beltrán y a Raquel le quedan apenas unas semanas para verle la carita a Lucía.
Los caminos de estas dos mamás se entrelazan hasta el punto de que ahora son compañeras de trabajo. Eva y Raquel llegaron como pacientes, se sometieron a los tratamientos de reproducción asistida más oportunos para cada caso, resultaron exitosos, y ahora las dos son empleadas de las clínicas.
¿Cómo llegó Beltrán?
Eva tenía 36 años de edad –en la actualidad tiene 38- cuando le dijeron desde la sanidad pública que no podría ser madre. “En enero de 2013 tenía el corazón destrozado”, explica. Motivada por los precios asequibles, ella y su marido, Tony, decidieron contactar con EasyFIV. La doctora Enriqueta Garijo, especialista en reproducción asistida, fue quien les atendió. “Y ya no tuve que mirar más clínicas. Recuerdo su trato cálido, humano y profesional”, relata Eva. Ella misma revela que llegó con muchas dudas, complejos y tabúes. Es normal.
Tras las pruebas pertinentes, inició su tratamiento en febrero de hace dos años. Su marido tenía hecha una vasectomía, por lo que se sometió a una biopsia testicular. El 18 de noviembre de 2013 a Eva le hicieron una transferencia de tres embriones y el 29 de noviembre –recuerda las fechas con total precisión- supo que estaba embarazada. Después de realizar tres ciclos de FIV+ICSI nació Beltrán en la semana 38 en el tercer ciclo de FIV+ICSI. El pequeño llegó al mundo a las 21:45 horas del 24 de julio de 2014.
Lucía está en camino
La historia de Raquel empieza de manera similar. Tenía 40 años cuando en el hospital público de Móstoles le informaron de que no podía acceder al tratamiento de fertilidad. Ella tenía una hija adolescente. En la misma sala de espera del centro hospitalario, al conversar con otras personas, se enteró de la existencia de EasyFIV, con precios justos. Decidió intentarlo. Y lo logró. Se sometió a dos tratamientos de fecundación in vitro. En la primera transferencia de la segunda FIV se quedó embarazada. De los tres embriones fecundados, prosperó uno: Lucía. Ella y su marido Paco están contando los días para abrazar por fin a su bebé.
“Encontrarnos con la doctora Garijo fue una suerte. Desde el primer momento nos transmitió mucha seguridad y eso nos gustó mucho”, cuenta Raquel. “El embarazo está yendo perfectamente, a pesar de mi edad y de ser hipertensa”, asegura.
Desde la experiencia
Tanto Eva como Raquel conocieron a Enriqueta Garijo en la primera cita, y también las dos se quedaron en paro cuando estaban sometiéndose a los tratamientos. Ahora Eva, profesional de la gestión y la administración, trabaja en a recepción de la clínica de Madrid capital y gestiona las citas de todas las clínicas de EasyFIV. Raquel, por su parte, es empleada en la clínica de Móstoles, donde realiza labores administrativas y es auxiliar de enfermería.
La dos mujeres coinciden en afirmar que el hecho de que ellas han sido pacientes es un ventaja a la hora de hablar con las personas que están sometiéndose a tratamientos de reproducción asistida. “Hay una sensibilidad especial. Son procesos duros, no sólo físicamente, sino también psicológicamente. Que te atienda una mujer que ha pasado por lo mismo hace sentir más seguridad”, manifiesta Raquel.
Eva, por su parte, también se explica en esa misma línea. Según sus palabras, “se genera mucha empatía y puedes comprender muy bien las dudas y prejuicios que tienen las pacientes. Además, puedo contar mi propia experiencia personal. Las pacientes se sienten arropadas, comprendidas y queridas”.
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